martes, 30 de agosto de 2011

La maja desnuda se viste y se preveen celebraciones


Más de 200 años después, la maja desnuda de Goya puede ser vestida. Desde muchos ámbitos de la sociedad se ve inaceptable tener a una persona desnuda durante tantos años, a la intemperie e impidiendo que disfrute de la moda y de las nuevas tendencias.

La propia maja tampoco parece estar muy satisfecha con su situación, motivo por el cual ha solicitado oficialmente una vestimenta, un atuendo, así como el derecho a cambiarlo cuando lo desee. El motivo principal no es otro que la hartura. “Estoy hasta el moño de estar en pelotas” señaló con visibles síntomas de enfado, propinando un rodillazo en la entrepierna a un viandante que paseaba a su caniche por la ribera del manzanares. Minutos después, en un gesto muy humano, pidió perdón al agredido y al animal. 

viernes, 26 de agosto de 2011

EL hombre de los patucos morados - Parte VIII


La casa de Eulogia era como esperaban. Habitaciones, puertas, un cuarto de baño, mas puertas. Tenían buena intuición. No debían perder tiempo, también se hacía tarde para ellos. No sabían cuanto tardaría la propietaria en llegar. Buscaban una llave de color verde, una llave que les llevaría a la gloria o al mismísimo infierno.

Debían utilizar toda la tecnología a su alcance pero pusieron la casa patas arriba, a la vieja usanza. Sabían que no estaba bien y que podría traerles problemas pero no podían hacer otra cosa. El tiempo apremiaba y el premio dependía del tiempo. La búsqueda era intensa pero parecía no dar frutos. Do, Re y Fa buscaban a una velocidad inusual, mas rápido de lo que ningún humano podría imaginar. De fondo sonaba una melodía – violín clásico-, nadie sabía la procedencia. En cuanto a la búsqueda: Nada, excepto un faisán común y corriente que se estaba duchando con gel de canela. No era su objetivo. Encontraron también siete ejemplares de silla común y alguna que otra baratija sin importancia.

Fa sacó su teléfono y pulsó la tecla B de babucha, quería hablar con el búfalo, el arma secreta. Hubo respuesta tras el tercer tono.

martes, 29 de marzo de 2011

El hombre de los patucos morados - PARTE VII

El hombre de los patucos morados veía como la noche se cerraba ante sus ojos y seguía sin tener noticias del paradero de Eulogia. Miró a la luna y vio como se burlaba de él. Le tiró una piedra del tamaño de una ardilla. – Hija de puta - Tenía hambre y eso le jodía, le ponía de mal humor. Buscó un buen restaurante para cenar, hindú era buena opción. Tres platos de arroz con frutos secos y cuatro de pollo con salsa de coco podrían valer. Agua para beber, seis o siete litros.

Entró en el restaurante con el menú pensado, no le gustaba hacer esperar, un hombre metódico tenía que tenerlo todo controlado. Pidió mesa para dos.

Las mesas eran pequeñas, no más de un metro cuadrado, y eso no le gustó a Gerardo. Era de buen comer, de comer a gusto, con espacio y con babero. Pidió mesa para cuatro asegurando que sus acompañantes no llegarían. Buena mesa, ahora sí. Pidió lo planeado a lo que añadió un pan relleno de mantequilla y especias. Tenía hambre.

lunes, 28 de marzo de 2011

El hombre de los patucos morados - PARTE VI

Cuando Eulogia despertó ya era noche cerrada. Había dormido demasiado, más de lo que ella hubiera querido. Se incorporó y miró al techo. - Que techo más simple, ¡por dios! – pensó. Se dirigió a la ventana para tomar un poco de aire fresco. A duras penas consiguió sentarse en el borde y con los pies colgando silbó una canción. Los vecinos le preguntaban una y otra vez cual era. Ella solo silbaba. Ellos preguntaban. Ella silbaba. Pensaba.

Sabía que no podría quedarse allí toda la vida, que más temprano que tarde el hombre de los patucos morados daría con su paradero, además se resfriaría. Una ventana no es lugar para estar mucho tiempo. Miró al cielo y escupió hacia arriba. Quería comprobar la leyenda que dice que quien al cielo escupe, en la cara le cae. Dio fe. Era correcta. Se limpió.

Ahora, de una vez por todas, debería trazar un plan para deshacerse de su perseguidor, un plan a corto plazo. Estaba demasiado nerviosa para pensar con acierto.

jueves, 24 de marzo de 2011

El elefante que se balanceaba fallece de un ataque de aburrimiento

El entrañable elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña falleció anoche en su domicilio de Tarragona tras sufrir un ataque de aburrimiento. El paquidermo de 84 años no pudo superar la enfermedad y abandonó este mundo por la puerta grande.

Al parecer Carmelo, como era conocido entre sus amigos, observó tres puertas distintas junto a un presentador que le daba a elegir. Una grande, una pequeña y una descomunal. Según comunicó tras cruzar al otro lado, le costó decidir. “Sí, bueno, era difícil, los nervios del directo, ya se sabe. Decidir es como balancearse, ahora a un lado, ahora al otro… es difícil centrarse”

En un primer momento, fruto de esos nervios, en vez de elegir puerta pidió una pizza familiar de jamón y alcachofas. El presentador se la preparó gentilmente y la degustaron en pareja. Luego se decantó por una. Hemos conseguido que nos detalle, a grosso modo, como fue ese proceso de decisión y esto es lo que nos contó:

martes, 22 de marzo de 2011

Don Quijote hará el camino de Santiago junto a 17 molinos

Un grupo de molinos se unen a Don Quijote para hacer el camino de Santiago en bicicleta de montaña.

El poder que tiene el de La Mancha sobre los molinos ha quedado patente por primera vez. El hidalgo, ni corto ni perezoso, ha conseguido que hasta 17 molinos de viento le acompañen en su nueva aventura: el camino de Santiago en bici.

Para este viaje ha decidido prescindir de su fiel amigo Rocinante y subirse a lomos de una BH de montaña, con frenos de disco y sillín de gel. Ataviado con unas mallas marrones y una camiseta en la que se puede leer el lema: “Antes muerta que sencilla” quiere terminar el camino y convertirse en un peregrino más.

El hombre de los patucos morados - PARTE V

Un resplandor morado avanzaba rápidamente por las calles de la capital dejando tras de sí un rastro de nada en especial. Una rastro tan solo. Uno cualquiera. Parecía tener un rumbo fijo, un destino claro. Todo apariencia. El hombre de los patucos morados callejeaba sin ton ni son con la esperanza de que un capricho del destino o de algún chivato le ayudase a dar con Eulogia. La última vez la vio en la parada de taxis subiéndose a uno. Perdió el rastro.

Un zumo de naranja de un litro era lo único que le mantenía contento. Le encantaba el zumo de tetrabrik. Paseó por decenas de calles y decenas de plazas cruzándose con cientos de personas. Ninguna era Eulogia. Bebió decenas de litros de zumo. Meó decenas de veces. Madrid era muy grande para encontrarla sin alguna pista, por pequeña que fuera. Se fue al parque del Retiro.

Dio de comer a las palomas, paseó por los alrededores del estanque, hundió una barca, hizo flexiones, hundió otra barca y finalmente se echó a dormir en el césped. Estaba cansado. Soñó que hundía todas las barcas. Sonreía.