miércoles, 10 de febrero de 2010

Homenaje a la sartén: 2ª PARTE

Hoy volvemos con el homenaje a la sartén, de mano de María José Aracampos.

Marcos se fue haciendo viejo, ley de vida, y su hijo, Marquitos, poco a poco fue aprendiendo los secretos del invento de su padre para, en un futuro, proseguir con el negocio familiar, el cual encabezó durante mas de 10.000 años, sin ninguna muestra de fatiga. “Mi hijo era duro, robusto, como su padre”, afirmó Marcos.

El siguiente punto histórico donde la sartén cobró protagonismo fue la antigüedad clásica.

Fue Sexto Pomponio, famoso jurista bajo el mandato de Marco Aurelio, quien redescubrió la sartén, quien la puso de nuevo en la cumbre, en la elite del utensilio. “No hombre, todo el mérito no es mío” señaló. “Cierto es que yo retomé, reanudé, el uso generalizado de la sartén, pero no sin ayuda de Marcos, su inventor. Él es el autentico artífice del éxito que tuvo en Roma. ¿Como la retomé? Fue sencillo. Estaba junto al emperador cuando, muy enfadado, lanzó a los leones a catorce maleantes. Acto seguido a la orden, aprovechando la coyuntura, le propuse, le plantee lo siguiente: ¿Quiere su majestad una sartén? Si, contestó violentamente, mientras me mostraba su nuevo orinal. Luego me fui.”


Hasta el momento la sartén no disponía de mango y alguien tenía que darse cuenta y proceder a su creación y colocación. Fue el propio Pomponio quien tras quemarse 329 veces vio la necesidad de incorporar un asa, un mango, una agarradera. “Así fue, Maria José, lo has dicho perfectamente. Me quemé una infinidad de veces y al final me decidí a tener una audiencia con Marco Aurelio para hacerle saber mis intenciones con respecto a la sartén, yo no podía seguir así”

Orinal en mano, el emperador recibió a Sexto, mostrándole su reciente adquisición llegada desde el lejano oriente. “porcelana china, toca, toca”. Tras unas horas de sosegada conversación acerca de su orinal, el emperador dio el visto bueno a la idea de Pomponio y de mutuo acuerdo decidieron poner un mango, o dos, a cada sartén del imperio. Por supuesto, el encargo fue a parar a manos de Marcos. Quien mejor para actualizar la sartén que su propio inventor, pensó Marco Aurelio.

“Al principio me costó hacerme con el mango. Hasta que di con el diseño adecuado, tuve que desechar otros inventos que me surgieron, como la batidora o el aeroplano” afirma Marcos. Por fin, tras un comienzo un tanto dubitativo, el maestro sartenero consiguió un mango perfecto, preciso, estilizado, algo con lo que todo cocinero había soñado durante años, durante siglos.

Una vez tuvo el primer ejemplar corrió como alma poseída por el diablo en dirección al palacio del emperador para mostrar su obra al soberano. “Iba realmente veloz, hasta que me choqué con una cabra. No me quedó mas remedio que detenerme y reñir al animal por circular de una manera tan imprudente”.
“Me golpeó con una estaca gigantesca. Es un hombre desmesurado a la hora de reñir. Considero excesivo el castigo”, manifestó la cabra mostrando sendos chichones en su cabeza.

Estaca en mano, Marcos entró en los aposentos de Marco Aurelio con el fin de legalizar, de hacer público el mango que recientemente había diseñado y fabricado con no menos mimo que trabajo. El emperador, hombre vanidoso donde los hubiera, le recibió mostrándole su mas preciado objeto, su orinal, su bacinilla. “Toca, toca” insistió en repetidas ocasiones hasta que el visitante, haciendo uso de su estaca y con aires de bailarín le propinó un estacazo tremendo, fortísimo, en la zona de la nuca, dejándole casi inconsciente.”No me gusta tocar orinales”, señaló Marcos.
Una vez se repuso del accidente, examinó con detenimiento el precioso mango creado por Marcos e hizo una única y esclarecedora observación en voz alta: “Ay Marcos, me duele la cabeza, toca, toca”

De esta manera se instauró definitivamente la sartén con mango que todos conocemos y admiramos.

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