viernes, 18 de marzo de 2011

El hombre de los patucos morados - PARTE III


Un hombre que sale de casa equivale a un piso vacío, a veces. Comprobaron. Dos intentos necesitaron los hombres sin rasgos para abrir la puerta de Mariano y entrar a la casa como las personas normales, andando. Utilizaron el extintor caducado de la escalera para golpear la puerta. No tuvieron éxito ninguno. Era maciza. Hacía falta algo más que un simple extintor para derribar esa clase de puertas. A grandes males, grandes remedios. “A grandes puertas, grandes ostias” -pensaron al unísono-

El mayor de los sin rasgos no se lo pensó y bajó las escaleras de dos en dos hasta llegar a la calle. En el interior del vehículo tenía la herramienta definitiva. Tres castores como tres tenores asomaron la cabeza cuando se abrió la puerta trasera. Una orden a voz en grito los volvió a meter dentro. Se amedrentaron. Abrió la puerta delantera y una silueta grande hizo acto de presencia. Puro en boca, piernas cruzadas, porte aristocrático. Pura fuerza. Un búfalo macho apuraba calmadamente su habano mientras el sin rasgos daba muestras de tener prisa.


       - Haya tranquilidad – dijo el búfalo –

       - Haya – contestó el hombre-

Movimientos pausados pero convincentes iban sacando al animal del vehículo. Jugaban a ritmos distintos. Búfalo; despacio, seguro. Hombre; apresurado, nervioso.

El imponente físico del animal se hizo más patente al incorporarse totalmente junto al coche. A su lado, el hombre sin rasgos parecía un juguete, un muñequito, un alfeñique.

Vestimenta: la mejor. Zapatos puntiagudos de firma italiana, pura moda. Pantalones vaqueros a medida, longitud perfecta. Camisa de seda por fuera del pantalón, elegancia informal. Reloj con cronometro, sumergible hasta 100m, grande, llamativo. De marca.

Ambos subieron las escaleras de dos en dos. El alfeñique pisando las pares, el búfalo las impares. Una vez llegaron al tercer piso, los dos hombres aguardaban impacientes haciendo uso de su tabaco, de sus cigarros.

- Fumando espero a la mujer que quiero - rompió el silencio uno de los fumadores -

- No vendrá – respondió el búfalo –

- Lo sé – sentenció el fumador -

Apagados los cigarros, los tres hombres de cara lisa explicaron al mastodonte su plan. La puerta debía ser abierta, no importaba el método.

El búfalo, conocedor de lo que estaba en juego, sacó su celular, su teléfono móvil. Última tecnología. Marcó una serie de dígitos con la mano izquierda, con la derecha sujetaba. En diez minutos el cerrajero hizo acto de presencia en la escalera.

No hicieron falta muchas palabras para que el búfalo encandilase al trabajador y le convenciera de que era el propietario de la vivienda. Se había dejado el juego de llaves en el interior y necesitaba entrar. Urgencia.

Cinco minutos y cien euros después, la puerta estaba abierta de par en par y el camino sin obstáculos.

- Más vale maña que fuerza – hizo saber el animal –

- Más vale – respondió un sin rasgos

CONTINUARÁ....

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PARTE II
PARTE IV

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