martes, 15 de febrero de 2011

Homenaje a la Sartén: 3ª PARTE

De vuelta a la historia de la sartén, vamos a viajar en el tiempo hasta la edad media donde la sartén era tan popular como los caballeros y las princesas.

Reseñar, antes de nada, que en ésta época la sartén fue objeto de innumerables persecuciones al ser considerada un objeto diabólico. “Tanto se persiguió a la sartén como a la bruja. Tanto monta, monta tanto. Tanto atento que tiento al tinto” afirmó Marcos - el afamado inventor de la sartén- en estado de embriaguez.

El mismísimo rey Arturo apadrinó la sartén como un hijo más, como un miembro más de su familia, como sangre de su sangre, acunándola todas las noches antes de dormir. “Me acunó hasta la saciedad, era bueno, un solete.” citó la sartén en obra autobiográfica.

Por aquel entonces Arturo se acababa de mudar al castillo y no tenía mesa sobre la cual charlar con sus caballeros sobre los temas del reino. Eran conocidos como El Rey Arturo y los caballeros del culo frío. Ese nombre viene dado por las numerosas reuniones que mantenían sin mesa ninguna. “Nos sentábamos en el suelo hasta quedarnos con el traserillo fresco. Entonces nos levantábamos” señaló finamente uno de los caballeros afectados.

Como consecuencia de la vigésimo tercera conferencia mundial sobre la sartén, Arturo conoció en vivo y en directo a Marcos, algo que nunca olvidará. “Me pegó un estacazo nada mas verme. Era bruto como ciervo en celo. Nunca tuve valor de preguntar por qué lo hizo”. El miedo a recibir otro golpe se hacía patente en cada acción de Arturo siempre que trataba con Marcos, quien, estaca en mano, campaba a sus anchas por el castillo revisando todos y cada uno de los recovecos sin finalidad ninguna. “Mirar por mirar, you know” explicó el inventor con toda tranquilidad. Nunca se ponía nervioso cuando explicaba.

Fue Marquitos, sin embargo, quien tuvo una idea brillantísima, la cual cambiaría el rumbo de la historia y, por supuesto, el de Arturo y sus caballeros. Estaquita en ristre, se acercó al castillo a charlar, a conversar con el rey sobre temas variopintos. “Hablar por hablar, you know” afirmó.

Arturo, consciente de que los genes pasan de padres a hijos, recibió sonriente al muchacho con un casco revistiendo su cabeza. “Por listo” fueron las únicas palabras que el chaval pronunció antes de castigar las costillas del rey con la estaquita juvenil. “Ay, coño!” es lo único que pudo añadir el monarca.

El rey maltratado – como se le conoció durante años- se sentó magullado a escuchar las propuestas que Marquitos le traía. Efectivamente, una de ellas era la construcción de una mesa de forma redonda como homenaje a la sartén que tanto adoraba. Ni falta hace decir que la reacción del rey fue positiva pero muy comedida, después de comprobar que Marquitos poseía el genio y la fuerza de su progenitor. Doblado hacia el costado derecho y arrastrando el pie izquierdo, paseó por la habitación como alma en pena, haciendo funcionar su mente hasta dar con la persona idónea para tal trabajo. “El carpintero” gritó meses después, ya recuperado de sus dolencias. Había encontrado la solución. El era la cabeza pensante de la corte, él era el Rey.

Una vez que el artesano fabricó la mesa, siempre bajo la atenta mirada de Marcos, se instaló en el lugar de reunión y de ahí el nombre con el que Arturo y sus hombres pasaron a la historia. ´Arturo y los caballeros de la mesa redonda´.


CONTINUARÁ…

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