viernes, 16 de octubre de 2009

Horror en un partido de baloncesto universitario


En un partido de baloncesto de la liga universitaria estadounidense, perteneciente a la quinta jornada, cuatrocientos aficionados del equipo local, en el minuto catorce de partido, aparecieron vestidos únicamente con una máscara de ghost, de fantasma, de susto, causando el pánico tanto en el resto del público como en los banquillos.
Uno de los afectados, jugador del equipo visitante, nos contó en primera persona como vivió esos momentos de tanta tensión: “Tenía miedo, mucho miedo. En cuanto los vimos aparecer, nos escondimos, unos detrás de la canasta, otros debajo del banquillo, el entrenador Henry se metió en la zapatilla de Paul...cada uno donde podía. El que peor lo pasó fue el novato Williams, que, debido al miedo que recorría todos y cada uno de los rincones de su cuerpo, perdió la cabeza, enloqueció. Fue a saltando hasta la cocina del estadio, subiendo los escalones de dos en dos sin ningún miedo a tropezarse, cogió una sartén por el mango, se sentó dentro y afirmaó no ser Will, sino un huevo frito, pero de corral. Todo valía para no ser visto por los espantosos seres enmascarados. Jamás había visto nada semejante, pensé que aquello era el fin, el Apocalipsis que venía a por nosotros.”

El resto de aficionados presos del pánico organizaron rápidamente una gran avalancha para huir lo antes posible del estadio. Cada persona fue cogiendo su número, su turno para posicionarse en el lugar que le fuese asignado hasta que el pistoletazo de salida dio comienzo al movimiento. “Ha sido una de las avalanchas peor organizadas que he visto, este público era novato, les faltaba ímpetu. Un público de verdad genera avalanchas de verdad, con señorío y gallardía” señaló el jefe de seguridad del pabellón. Se saldó con 42 heridos leves que fueron atendidos en el hospital de campaña instalado en las proximidades del pabellón.

Las fuerzas especiales del ejército no tardaron en llegar al lugar de los hechos para, de alguna manera, intentar convencer, persuadir a los macabros aficionados de que abandonaran el recinto, lo cual no fue nada fácil. “Eran muchos y bien enmascarados, era una situación complicada. En cada intento de acercarnos a ellos, repelían el embiste tarareando canciones extraordinariamente pegadizas, ante lo cual hacíamos el acompañamiento una octava por debajo, para darle al coro la fuerza, el empaque y la solidez que le faltaba.”

Hicieron falta treinta y cuatro canciones para que los temibles enmascarados fallaran en la entonación y de esa forma las fuerzas especiales pudieran expulsarles del recinto. Por parte de los soldados, todo el equipo cantó bien, hicieron una buena interpretación sin cometer ningún error, algo difícil teniendo en cuenta el nivel artístico del coro asaltante.

El partido se reanudó con total normalidad para todos, excepto para el novato que, aun en estado de shock, no quería salir de su particular escondite. Al ser una situación excepcional, ambos equipos permitieron que el joven escolta terminase el encuentro sentado en la sartén. El partido terminó con victoria visitante por 76-98 y con un Williams que, a pesar del handicap que representa jugar sobre un objeto de cocina, anotó un total de 17 puntos, 12 de ellos desde la línea de 6,32 m.

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