miércoles, 21 de octubre de 2009

Salta desde un décimo piso con un bote de pegamento


Un hombre de mediana edad saltó la semana pasada desde un décimo piso portando en su mano un bote de pegamento de contacto.

Se desconoce el origen del pegamento aunque, según fuentes cercanas al hombre, podría haberlo conocido en una cafetería y se rumorea que pudieron haber tenido un idilio durante el pasado verano en Marbella, donde fueron vistos en compañía de unos amigos comunes.

Las causas del salto, del brinco, no fueron otras que demostrar que una persona, un hombre en este caso, puede saltar desde un décimo piso, inclusive llevando en sus brazos un bote de 1kg de pegamento. “Puedo hacerlo, puedo hacerlo” insistía el saltador.

El sujeto, aferrado siempre a su inseparable bote, ascendió al último piso del edificio por medio del ascensor. “Yo nunca uso las escaleras ni como verdura” afirmó antes del salto. Tras encaramarse a una pequeña ventana y consciente del peligro que corría no dudó en volver a tierra firme y entrar de nuevo en el edificio para, posteriormente saltar con el conocimiento que da una primera ojeada.

Esta excentricidad, al parecer, no es la primera en la vida de Damián. Su madre nos relata alguna de las peripecias, las rarezas de su primogénito. “No me da mas que disgustos el hijo mío este. Me trajo a casa un rinoceronte de esos para que jugara con el hámster y se lo comió…animalito… Solo dejó el cuerno. Desde entonces y por amor a los animales, mí niño regenta una preciosa granja escuela en su cuarto. Tiene muy buen corazón… que te voy a contar yo, hija mía…que te voy a contar”

Hoy, siete días después, José Manuel se encuentra en casa recuperándose de la pérdida de su bote, el cual no aguantó el tremendo impacto. Tras romperse, gran parte del contenido quedo esparcido por la acera, ante la atenta y desolada mirada de José que, no sin antes consultar la hora a un peatón, pudo levantarse por su propio pie y telefonear al servicio de limpieza urgente para que levantasen el cadáver disperso de su compañero sentimental.

“Ay madre, que se me ha enloquecido la criatura. Ay madre, que disgusto, Señor, que se me ha puesto un taparrabos, que va con la cosa colgando. Ay madre, que vergüenza” Se lamentaba la madre tras explicarnos que su hijo pasea por la granja escuela con la misma indumentaria que Tarzán, aquel mítico personaje que convivía con los animales en plena selva.

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